La Comunidad Científica anda revuelta

Yoshihiro Kawaoka, doctorado en la Universidad de Hokkaido, compagina su responsabilidad como profesor de virología en la facultad de veterinaria de la Universidad de Wisconsin con su puesto de catedrático en la Universidad de Tokio. Hace unos años un colega suyo reconocía que incluso en un permanente estado de jetlag es “ferozmente productivo” como investigador de los virus gripales. Acaba de publicar un comentario en la prestigiosa revista científica “Nature” reivindicando la urgencia de las investigaciones sobre la transmisión de los virus gripales.

El pasado septiembre envió un artículo que mostraba como la modificación genética del virus de la gripe aviar, el temido A (H5N1) mediante combinación con genes del virus de la última pandemia A (H1N1) se contagiaba fácilmente entre los animales que utiliza en su trabajo, hurones. Estos mustélidos son un modelo experimental para el estudio de la transmisibilidad de los virus a otros mamíferos como nosotros. Así pues el trabajo de Kawaoka ha identificado las características genéticas que permiten una rápida difusión del virus, es decir facilitan el contagio.
Afortunadamente el virus al transmitirse provocaba menos enfermedad que la que causa en las aves y desde luego en los relativamente pocos humanos que se han infectado, apenas unos seiscientos en los últimos diez años; puesto que casi el 60% de las personas contagiadas fallecieron. Menos favorables que los hallazgos de Kawaoka han sido los de Ron Fouchier de la Facultad de Medicina de la Erasmus University de Rotterdam, porque en su caso los virus genéticamente modificados provocaban gran mortalidad a los hurones. Fouchier había enviado su trabajo a la revista “Science” y como el de Kawaoka fue censurado.

Resulta que el grupo de expertos que asesora al gobierno norteamericano en cuestiones de bioterrorismo, las potenciales amenazas a la seguridad como consecuencia del uso bélico de los conocimientos en microbiología y toxicología sobre todo, recibió una copia de las investigaciones que dos equipos de científicos mandaron a las revistas Science y Nature para su publicación. Y desde el NSABB (National Science Advisory Board for Biosecurity) les recomendaron que los censuraran. El motivo aducido es el peligro de que los detalles suministrados por ambos trabajos pudieran ser empleados para “fabricar” un virus gripal muy letal capaz de transmitirse y contagiar rápidamente a los humanos.

En su comentario en Nature, Kawaoka justifica los esfuerzos de los investigadores porque saber qué determina la capacidad de difusión será muy útil para diseñar una vacuna protectora. Y considera que aquellos que quieran desarrollar un arma biológica seguramente no necesitan esperar a la publicación de los artículos de su equipo y del de Fouchier para conseguirlo. Esperemos que no lo intenten o que al menos, lleguen antes a desarrollar el antídoto.

ANDREU SEGURA
Profesor de Salud Pública en la UPF